En mi nota anterior, quise compartir con ustedes una reflexión que perseguía dos objetivos principales: primero, reseñar a grandes rasgos la evolución histórica de nuestra Universidad y el legado de compromiso y trabajo tesonero de varias generaciones de hombres y mujeres en cuyas manos ha estado la UNED. Subrayé que este legado se ha construido alrededor del principio fundamental de la democratización de la educación.
Mi segundo objetivo fue advertir, con profundo respeto, acerca del papel importantísimo que a ustedes –gente joven de la UNED- les corresponde asumir, como depositarios de ese legado y como agentes de cambio y renovación. Frente a este enorme desafío cuentan ustedes con el arma maravillosa de la juventud, es decir, del vigor de la sangre nueva; y esa mirada de nuevas ideas y propuestas que, bien lo sé, nacen de la inteligencia y sensibilidad propia de la gente joven, cuya mente y corazón están abiertos a los nuevos retos que plantea este naciente siglo XXI.
En esta segunda nota, quisiera referirme brevemente a cómo veo el papel y el lugar de ustedes en el futuro de la UNED, en especial, el futuro cercano; es decir, el período de cinco años (2009-2014) de mi paso como primera servidora de la UNED a cargo de la Rectoría.
Los invito a que lean mi reflexión haciendo clic aquí.
miércoles, 15 de julio de 2009
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